Hace unos días atrás me aconsejaron que anduviera con una libreta pequeña para escribir.
Y, aunque uso cuadernos de formato pequeño, la croquera de bolsillo, o al menos de tamaño aún más práctico que el cuaderno citado, me sería mucho más práctico para anotar cuanto pensamiento aparece por mi cabeza, en los minutos menos apropiados para escribir: en la micro (el lugar por excelencia insipirador, al menos para mí), en el metro (sobretodo cuando voy de pie), en la sala de espera de mi dentista, en la sala de clases...

Y ahora que estoy aquí afuera de un departamento, esperando que alguien llegue para poder entrar, me pregunto que vine a hacer acá realmente. Porque vine?
No moría de ganas, pero caminé con la dirección clara. No era el mejor panorama para hoy, en que me siento realmente cansada, pero terminé viniendo igual que antes.
Esperando quizás revivir muchas de las cosas que en el algún minuto disfruté y que me motivaban día a día.

Ahora que han pasado 3 años, las cosas son tan distintas que si bien aún me gusta venir, pero menos seguido que antes, me cuestiono si me voy o no. Creo que no esperaré mucho rato más y sino llega alguien, me iré. Antes no lo hubiera pensado.
Creo que ahora tengo menos paciencia que antes y menos ganas de estar conversando sobre temas que aveces no manejo, no es mi área o no comparto.
Creo que lo único que realmente me motivó hoy, fue reencontrarme con un amigo que cada cierto tiempo se desaparece de la órbita terrestre y con el cual quiero conversar, ponerme al dia, reírme, pelear de mentiritas...
Eso es.
Por eso estoy aquí ahora. Por eso vine e hizo, que apesar del cansancio, caminara con el destino claro.
Sin embargo y aunque tengo muchas ganas de verlo, no sé si la espera fuera del departamento, sea necesaria para compartir un rato con él.

Creo que lo mejor de esto, es que me ha servido para comenzar a escribir en esta libreta que aún no había inaugurado y que me acompañará a partir de hoy en mi bolso.

Ahora, sentada en la escalera, me sigo preguntando ¿qué hago acá?